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miércoles, 16 de junio de 2010

LA VIEJA PAGODA DE MADERA

Andaba tan ensimismado contemplando los monumentos que el guía de la excursión nos iba mostrando que no advertí que el grupo se alejó de mí. Cuando reparé en ello me encontraba completamente perdido y no tuve más remedio que continuar la excursión yo sólo.


Sentí unas tremendas ganas de orinar y no divisé el lugar apropiado para ello por lo que me escondí tras una bonita pagoda de madera que encontré en la soledad de mi inesperado extravío.


Aunque era plenamente consciente de que estaba totalmente sólo en aquél para mí desconocido jardín, no estuvo de más que me cerciorara de que realmente era así antes de sacarme la polla.


Tan imperiosa era mi necesidad que no tuve la menor dificultad en vaciar mi repleta vegiga con un potente chorro de líquido dorado.


Tal vez fuera por la belleza del paraje en el que me encontraba o, bien, la quietud y la pureza del ambiente que estaba respirando...


Quizá fuera por la sola contemplación del  miembro con que generosamente la naturaleza me ha dotado...


Mi organismo empezó a notar con urgencia la necesidad de satisfacer otra necesidad igual o más imperiosa que la de mear.


Empuñando con la diestra toda la plenitud de mi verga, semioculto tras los viejos tablones de la pagoda de madera, comencé con el rito ancestral de la masturbación cual monje de lujuria de mi particular congregación.


Era tal el grado de excitación que se iba acumulando tanto en mi cuerpo como en mi pensamiento que no pude (más bien, no quise) evitar la realización de obscenidades propias de la intimidad de mi cuarto en el hotel.


Libre de cualquier asomo de pudor, como libre de toda mi ropa, continué acariciándo mi cuerpo en la inmensa quietud de aquél vergel.


Olvidándo por completo cualquier norma de comportamiento social y dejándome guiar por el dictado de la calentura de mi culo...


Saqué de mi bolsa un souvenir en forma de porra típico del país, que compré en una tienda a la que nos había llevado el guía. Con el césped que poblaba el lugar como cama, me lo fui metiendo en el culo dándome infiníto placer.


Nunca jamás olvidaré que anduve perdido en un país desconocido, así como tampoco podré olvidar la paja que me di junto a la vieja pagoda de madera.

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